Clara caminaba sola y empezaban a dolerle los pies, eran las seis de la mañana y los primeros rayos de sol asomaban por detrás de los edificios más altos. Después de una noche de fiesta y alcohol lo único que le apetecía era llegar a casa, apagar el móvil y dormir hasta bien entrada la tarde. Avanzando a paso muy lento llegó a su destino, un edificio de dos pisos, viejo y bastante deteriorado por el paso del tiempo y las abundantes lluvias que inundan Lugo habitualmente. Era todo lo que había podido permitirse desde que se independizó, aunque sus padres aún creían que con 19 años y trabajando en una tienda de golosinas debería vivir todavía con ellos. Apoyó la mano en el barrote de hierro del portal y dejó caer en él todo su peso, todo le daba vueltas y eso empezó a revolverle el estómago, se quitó los tacones y fue tambaleándose hasta un callejón que había a pocos metros del portal, y allí finalmente vomitó aunque seguía sin estar muy ebria. Se colocó erguida con una mano aún apoyada en la pared llena de gaffitis, todavía saboreaba el sabor amargo de vómito en su boca y tosió débilmente. Hizo amago de volver a su casa pero algo detrás de ella se lo impidió, sintió como alguien la abrazaba con fuerza y le tapaba la boca y la nariz impidiéndole respirar, su visión se fue debilitando y cayó en un profundo sueño. Despertó horas más tarde, en una pequeña habitación oscura, por llamarlo de alguna manera, a la cual el verano no parecía hacerle ningún efecto, pues era fría y demasiado siniestra como para considerarse una habitación. Visualizó el panorama que le rodeaba, cuatro paredes totalmente vacías, como lámpara una bombilla colgada de dos o tres cables que daba una luz un tanto pobre, una puerta de madera y unas rendijas en lo más alto de la pared. Aún no tenía fuerzas, estaba débil y le costaba levantarse, pero a pesar de todo hizo un esfuerzo y se puso finalmente en pie. No había ventanas, así que fue directamente a la puerta, giró el pomo y como es de prever, estaba cerrada a cal y canto. No recordaba nada de lo que había sucedido la noche anterior y empezaba a sospechar que no le esperaba nada bueno. No sabía como actuar, así que comenzó a aporrear la puerta con fuerza hasta que los puños le dolieron, mientras pedía auxilio y exigía que alguien la sacara de ahí, pasó así un largo rato, tal vez horas, y cuando las fuerzas ya no le daban para más volvió a acurrucarse en el suelo, sin pensar.
Esto no duró mucho tiempo, pasaron unos minutos y Clara, mirando hacia la pared, oyó el sonido de una llave girando en una cerradura y el chirrido oxidado de las bisagras de una vieja puerta. Ella intentó no darse la vuelta y hacer como que dormía, pero la curiosidad pudo con su débil fuerza de voluntad y acabó girándose. No vio más de lo que había imaginado, era un hombre, tenía la cara tapada con un verdugo que solo le descubría su penetrantes ojos azules, iba vestido de negro de arriba abajo.
-No te conviene aporrear demasiado la puerta, el jefe se pondrá hecho una fiera si lo oye-dijo con voz ronca y varonil el hombre del cual no sabía nada.
-¿Qué jefe?, ¿Dónde estoy?, ¿Qué hago aquí y por qué?-dijo apresuradamente Clara intentando despejar todas sus dudas de golpe.
-No hagas tantas preguntas, solo te traigo algo para comer.
El hombre lanzó al suelo un snack de maíz y una botella de agua de dos litros, Clara no sabía quienes eran, pero al menos podía decir que no querían que se muriera de hambre.
Pasó el tiempo y se quedó dormida durante horas, hasta que un enorme bullicio y música a un todo volumen comenzó a sonar. Identificó la canción inmediatamente, solo la pinchaba aquel Dj, el que trabajaba en Glorie’s un bar- discoteca que solía frecuentar Clara muy a menudo. No le cabía ninguna duda, estaba allí, posiblemente en el lugar a donde llevan las escaleras del final, que siempre le habían levantado cierta curiosidad, ahora solo le faltaba averiguar el por qué. Mientras pensaba volvieron a abrir la puerta, esta vez entró un hombre de baja estatura, bastante gordo, calvo y con traje, que a simple vista daba mala espina. De repente Clara comenzó a recordar, la noche anterior había estado allí, en Glorie’s como todos lo viernes, y ese hombre, el cual decía ser el dueño del bar no paraba de insinuarse, y de pedirle desesperadamente que se tomara otra copa y que fuera a su casa después, pero cuando ella se cansó se fue de allí, y él parecía muy enfadado.
-¿Ya has cambiado de opinión?-dijo mientras reía a carcajadas y ponía los ojos en blanco como un loco.
-No tienes derecho a tenerme aquí, ya te he dicho que no quiero acostarme contigo y que me quiero ir de aquí-dijo Clara con voz firme, aunque por dentro estaba realmente asustada.
-Ay Clara, Clara, yo si fuera tú no me haría tanto la estrecha, ya que puedo deshacerme de ti en cualquier momento, y de mientras me puedes llamar Jose.-Contestó a la réplica con un aire irónico.
Esto no duró mucho tiempo, pasaron unos minutos y Clara, mirando hacia la pared, oyó el sonido de una llave girando en una cerradura y el chirrido oxidado de las bisagras de una vieja puerta. Ella intentó no darse la vuelta y hacer como que dormía, pero la curiosidad pudo con su débil fuerza de voluntad y acabó girándose. No vio más de lo que había imaginado, era un hombre, tenía la cara tapada con un verdugo que solo le descubría su penetrantes ojos azules, iba vestido de negro de arriba abajo.
-No te conviene aporrear demasiado la puerta, el jefe se pondrá hecho una fiera si lo oye-dijo con voz ronca y varonil el hombre del cual no sabía nada.
-¿Qué jefe?, ¿Dónde estoy?, ¿Qué hago aquí y por qué?-dijo apresuradamente Clara intentando despejar todas sus dudas de golpe.
-No hagas tantas preguntas, solo te traigo algo para comer.
El hombre lanzó al suelo un snack de maíz y una botella de agua de dos litros, Clara no sabía quienes eran, pero al menos podía decir que no querían que se muriera de hambre.
Pasó el tiempo y se quedó dormida durante horas, hasta que un enorme bullicio y música a un todo volumen comenzó a sonar. Identificó la canción inmediatamente, solo la pinchaba aquel Dj, el que trabajaba en Glorie’s un bar- discoteca que solía frecuentar Clara muy a menudo. No le cabía ninguna duda, estaba allí, posiblemente en el lugar a donde llevan las escaleras del final, que siempre le habían levantado cierta curiosidad, ahora solo le faltaba averiguar el por qué. Mientras pensaba volvieron a abrir la puerta, esta vez entró un hombre de baja estatura, bastante gordo, calvo y con traje, que a simple vista daba mala espina. De repente Clara comenzó a recordar, la noche anterior había estado allí, en Glorie’s como todos lo viernes, y ese hombre, el cual decía ser el dueño del bar no paraba de insinuarse, y de pedirle desesperadamente que se tomara otra copa y que fuera a su casa después, pero cuando ella se cansó se fue de allí, y él parecía muy enfadado.
-¿Ya has cambiado de opinión?-dijo mientras reía a carcajadas y ponía los ojos en blanco como un loco.
-No tienes derecho a tenerme aquí, ya te he dicho que no quiero acostarme contigo y que me quiero ir de aquí-dijo Clara con voz firme, aunque por dentro estaba realmente asustada.
-Ay Clara, Clara, yo si fuera tú no me haría tanto la estrecha, ya que puedo deshacerme de ti en cualquier momento, y de mientras me puedes llamar Jose.-Contestó a la réplica con un aire irónico.
Clara ya no sabía que decir, estaba asustada y sabía que no podía escapar de allí, así que bajó la mirada y se quedó callada. Jose la agarró del brazo con fuerza y comenzó a desnudarla, Clara lloraba en silencio porque sabía que no valía la pena quejarse, y que resistirse no le iba a servir de nada. Una hora después seguía llorando, lo único que se le pasaba por la cabeza era la estúpida idea de que el jefe de un lugar que frecuentaba habitualmente la había secuestrado, la estaba violando, y estaba dejando amoratado todo su cuerpo con sus fuertes bofetadas. Cuando Clara estaba ya medio moribunda, Jose se vistió y bajó como si nada hubiera pasado, y ella seguía ahí tirada en el suelo, desconsolada y sin ganas de vivir se sentía sucia y desaprovechada…
Lo que Clara no sabía es que José grababa todas sus violaciones para ganar dinero vendiéndolas, y yo tenía que verlas todas, cada una de ellas igual de injustas, igual de tristes, pero había algo en los ojos de Clara que me ablandó el corazón más de lo normal y lo hice...
Lo que Clara no sabía es que José grababa todas sus violaciones para ganar dinero vendiéndolas, y yo tenía que verlas todas, cada una de ellas igual de injustas, igual de tristes, pero había algo en los ojos de Clara que me ablandó el corazón más de lo normal y lo hice...
Jose volvió a entrar de repente, esta vez con una pistola en la mano, con ella apuntaba directamente a la cabeza de Clara.
-¡Habla! Y piensa bien lo que dices, van a ser tus últimas palabras.-Dijo entre risas, mientras se notaba en su cara que disfrutaba haciendo sufrir a los demás.
Clara se había quedado clavada en el sitio y tenía tanto miedo que no era capaz de articular ni una sola palabra. Así que Jose volvió a tomar la palabra.
-Vamos, habl…
Pero las sirenas de varios coches de la policía le interrumpieron, entró la desesperación y se apoderó de él, se colocó la pistola en la cabeza, y el atronador ruido de una bala al ser impulsada inundó la estancia al mismo tiempo en el que la policía habría de un portazo la puerta de aquel antro.
-¡Habla! Y piensa bien lo que dices, van a ser tus últimas palabras.-Dijo entre risas, mientras se notaba en su cara que disfrutaba haciendo sufrir a los demás.
Clara se había quedado clavada en el sitio y tenía tanto miedo que no era capaz de articular ni una sola palabra. Así que Jose volvió a tomar la palabra.
-Vamos, habl…
Pero las sirenas de varios coches de la policía le interrumpieron, entró la desesperación y se apoderó de él, se colocó la pistola en la cabeza, y el atronador ruido de una bala al ser impulsada inundó la estancia al mismo tiempo en el que la policía habría de un portazo la puerta de aquel antro.
Yo estoy en la cárcel por cómplice y Clara recuperándose en un centro psiquiátrico, pero hay cosas que ni los médicos ni el tiempo son capaces de borrar.
Que bonito , y triste a la vez . Y pensar que esto sucede cada día , es deprimente
ResponderEliminarLo sé, es triste que esto no se pueda quedar en la ficción...
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